Salud

Emergencia Sanitaria: Las sequías y inundaciones han convertido el lago Victoria en un paraíso para la malaria

2024-09-22

En el pequeño pueblo de Bunyala, en el condado de Busia, Kenia, la vida diaria se ha vuelto una lucha constante en medio de un paisaje inundado. Tres niños, con sus cuadernos de escuela elevados para evitar mojarse, deben atravesar aguas que les llegan hasta la cintura, dedicando una hora para llegar a clase. La clínica de salud, una isla desde hace un mes debido a las inundaciones, es un refugio que ahora parece inalcanzable para muchos. Una madre, descalza y con su bebé en la espalda, avanza en este terreno inundado, angustiada por la diarrea de su pequeño. La situación es desesperante: la llegada del pediatra solo es posible en barco, y muchos no pueden costear el viaje.

Bunyala, con sus 70,000 habitantes, se enfrenta a un desastre ambiental: inundaciones repentinas están arrasando casas y vidas, una realidad que los residentes han comenzado a aceptar desde que el lago Victoria ha ido reclamando más terreno desde 2020. La reciente combinación de sequías extremas y lluvias torrenciales ha creado un caldo de cultivo ideal para la malaria, siendo Kenia especialmente vulnerable a estos desastres climáticos.

Busia, que comparte frontera con Uganda (el país con la mayor incidencia de malaria en el mundo), está viendo proliferar campamentos de desplazados. Aquí, las familias viven en condiciones precarias, en tiendas de plástico, arriesgándose a la violencia y a la malaria. Margaret Nadara, de 60 años, es un claro ejemplo: tras perder su hogar en 2018, ahora vive con ocho familiares en condiciones de hacinamiento, dependiendo cada día de la ayuda humanitaria. La malaria, una enfermedad que ya ha cobrado la vida de familiares, se vuelve cada vez más presente entre ellos.

Los mosquitos Anopheles, los culpables de la malaria, ponen sus huevos en aguas estancadas y se multiplican en climas cálidos. La situación en Busia es tan crítica que las lluvias, que solían ser predecibles, ahora se presentan sin aviso, aumentando así la saturación de mosquitos, según explica Edwin Oyango, coordinador contra la malaria de Busia.

Aunque Kenia ha avanzado en la lucha contra la malaria, en Busia la prevalencia sigue siendo alarmantemente alta, rondando el 40%. Para contrarrestar esto, las autoridades han distribuido 20,000 mosquiteras y desinfectado muchas de las viviendas, pero los desafíos son enormes. Muchas casas están hechas de barro y permiten que los mosquitos entren libremente.

La malaria no es solo un problema de salud pública; también tiene consecuencias económicas significativas. La malaria causa 600,000 muertes anuales en el mundo, y la mayoría son niños menores de cinco años. Los expertos advierten que el cambio climático, combinado con la resistencia de nuevos mosquitos a insecticidas, podría aumentar los casos en áreas que antes no estaban afectadas.

En este contexto, Kenia ha comenzado a implementar un programa de vacunación piloto desde 2019, en colaboración con Ghana y Malaui, para combatir la malaria. A pesar de la adversidad, la población muestra una gran disposición para vacunarse, conscientes de que la malaria es una amenaza real que afecta a sus familias y comunidades. Pero estos esfuerzos son insuficientes sin un enfoque integral que incluya el manejo sustentable del medio ambiente.

La lucha por el control de las enfermedades transmitidas por mosquitos y el manejo del cambio climático en regiones vulnerables como Busia es más importante que nunca. La esperanza radica en que un manejo adecuado y nuevas medidas efectivas puedan cambiar el rumbo y salvar vidas antes de que sea demasiado tarde.