El Resiliente Espíritu Humano en Tiempos de Tragedia
2024-11-02
Autor: Marta
En medio de la tragedia que ha azotado a nuestro país, quiero compartir mi profunda conmoción. Las estadísticas de víctimas mortales no dejan de aumentar, ya sobrepasando las 200, y las historias de familias devastadas y comunidades unidas en la desolación son desgarradoras. María Rozalén, quien ha vuelto a su pueblo natal, Letur, donde aún se buscan desaparecidos, reflexiona sobre la impotencia de creer que tales calamidades solo ocurren en las noticias.
El ser humano se define por las conexiones que crea con otros, y cada vida perdida es una herida que dejamos en el tejido de nuestra sociedad. En medio de este dolor, la solidaridad brilla con fuerza. Miles de voluntarios han tomado las calles, armados con herramientas básicas, demostrando que la humanidad puede ser un faro de esperanza incluso en los momentos más oscuros.
Como periodista, mi experiencia en situaciones de crisis es intensa. Hay un momento en que la adrenalina de informar se apodera de mí, pero eventualmente, la realidad de cada vida afectada me golpea con una tristeza abrumadora. He sentido esto en momentos históricos, como el 11M o durante la pandemia, y hoy no es diferente; las lágrimas fluyen mientras escribo sobre este escenario de lágrimas y tragedia.
Sin embargo, también siento rabia ante aquellos que intentan aprovechar políticamente esta tragedia. Organizaciones como Manos Limpias han presentado acusaciones absurdas contra meteorólogos, intentando culpar a la AEMET por los fallecimientos. Es imprescindible reconocer que la culpa no reside en quienes intentaban evitar este desastre, sino en la mala gestión y en una falta de alerta efectiva que salvaguardara vidas.
Las críticas y acusaciones por parte de líderes políticos, como Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, son simplemente inaceptables. Intentar desviar la atención de problemas reales y minimizar el papel de la ciencia en situaciones de emergencia pone en riesgo a la población. En esta línea, el sistema de alertas móviles, que debería ser decisivo en la prevención de desastres, fue desestimado por algunos políticos, a pesar de su eficacia en salvar vidas.
Es un misterio por qué la Generalitat Valenciana tardó tanto en emitir alertas efectivas sobre la situación. A pesar de que la AEMET había declarado una alerta roja desde la madrugada, la información no llegó a los ciudadanos hasta horas más tarde, dejando a muchos atrapados en sus coches con el agua al cuello. Este tipo de fallas en la comunicación deben ser investigadas y abordadas con urgencia.
Los científicos continúan investigando la relación de eventos climáticos extremos con el calentamiento global. Los datos muestran que el 5% de las viviendas en Valencia se agrupan en áreas inundables, un claro indicador de planificación urbana irresponsable a lo largo de los años. Debemos aprender de esta crisis antes de que sea demasiado tarde.
Con la esperanza de que las cifras finales de víctimas sean menores a lo temido, me despido deseando que esta tragedia nos enseñe a todos una valiosa lección sobre solidaridad y prevención en el futuro. La resiliencia de nuestra comunidad puede convertirse en una fuerza poderosa para sanar y reconstruir.
Un abrazo,
Ignacio Escolar