El día fatídico en que Sugar Ray Robinson rechazó pelear tras un aterrador sueño premonitorio
2025-01-08
Autor: Marta
El boxeo, un deporte cargado de emociones y sorpresas, ha dado lugar a intensos debates sobre quién merece el título de mejor boxeador de todos los tiempos. Sin duda, uno de los nombres que siempre surge en estas conversaciones es el de Sugar Ray Robinson. Nacido en 1921, su impacto en el boxeo va más allá de sus impresionantes habilidades en el ring; también dejó una marca indeleble en la lucha por los derechos raciales en Estados Unidos.
Entre las numerosas anécdotas que rodean su legendaria carrera, hay una que resuena profundamente por su naturaleza dramática y trágica: el 24 de junio de 1947. En aquel momento, Robinson sostenía el título de Campeón del Mundo en la categoría de peso welter, un logro que había conseguido en diciembre de 1946. Después de defender su título en varios combates, se preparaba para enfrentarse al joven e invicto Jimmy Doyle, quien tenía solo 22 años y ostentaba una racha de cinco victorias consecutivas.
La noche anterior al combate, Robinson tuvo un sueño que lo marcaría para siempre: vio cómo su oponente moría en el ring. Este inquietante presagio lo llevó a tomar una de las decisiones más controvertidas de su vida: decidió que no quería pelear, convencido de que su visión se convertiría en realidad. El ambiente previo al combate era tenso; nadie quería que el campeón se retirara del evento, por lo que hicieron todo lo posible por convencerlo de que había sido solo un mal sueño. Incluso llevaron a un sacerdote al hotel para hablar con él, y tras una profunda conversación, Sugar sintió que había sido sugestionado y decidió entrar al ring por el bien del evento.
El combate comenzó de manera normal, y Robinson mostró su indiscutible superioridad. Todo transcurría en calma hasta el octavo asalto, cuando un poderoso crochet de Sugar envió a Doyle a la lona. En ese momento, la preocupación de Robinson no estaba en celebrar su inminente victoria, sino en que su horrible premonición se estaba materializando. Doyle, quien había pasado por una lesión cerebral un año antes, no pudo levantarse y fue llevado de inmediato al hospital, donde lamentablemente falleció horas después.
Este trágico evento dejó una profunda huella en el corazón y la mente de Robinson. Pasó dos meses lejos del ring, una eternidad para un boxeador de su calibre, que solía pelear varias veces al mes. Su regreso a la acción no sería para defender su título hasta diciembre de 1947, pero el impacto emocional de aquella noche nunca lo abandonó. En un gesto de arrepentimiento y solidaridad, Sugar Ray ayudó económicamente a los padres de Doyle durante diez años, permitiéndoles vivir con un poco más de comodidad tras la dramática pérdida. Esta historia no solo refleja la grandeza de Robinson como boxeador, sino también su humanidad y la carga emocional que muchas veces lleva un atleta en su trayectoria.