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'El cura hostelero' que transformó la vida de chicos en la calle y nunca se jubiló: "No se puede estancar uno"

2025-01-13

Autor: Manuel

Luis de Lezama es un verdadero ícono de la comunidad y un faro de esperanza para muchos jóvenes. Este fin de semana, falleció en la Clínica Universidad de Navarra, conocido como 'el cocinero español de los Papas'. Este sacerdote no solo fue un líder espiritual, sino también un emprendedor que utilizó su pasión por la cocina como un medio para rescatar a chicos de la calle, construyendo un imperio hostelero que perdura hasta hoy.

Después de ordenarse sacerdote, Luis fue enviado como párroco a Chinchón, un encantador pueblo al sureste de Madrid. Allí inició su gran obra, ayudando a jóvenes que llegaban sin recursos y en busca de una vida mejor. Su lema, 'Dadnos trabajo', se convirtió en la base de su legado. En 1965, Luis fue destinado a Entrevías Viejo, un barrio marginal donde comenzó su aventura abriendo un pequeño bar, el cual rápidamente se convirtió en un refugio y un lugar de formación para estos jóvenes.

En los fogones de su bar, chicos sin recursos aprendieron el arte de la hostelería. Bajo la mirada atenta de Don Luis, estos jóvenes no solo adquirieron habilidades culinarias, sino también valores fundamentales que les ayudaron a enfrentar la vida. Con el tiempo, lo que comenzó como un pequeño bar creció hasta convertirse en una cadena que cuenta con 10 establecimientos, más de 500 empleados y tres escuelas de hostelería que han formado a cientos de profesionales del sector.

Luis creía firmemente en el poder de la educación y la superación personal. Así lo dejó claro en una de sus célebres frases: "Te puedes jubilar de trabajar, pero de ser persona y de progresar, no te puedes jubilar". Para él, los restaurantes eran más que simples negocios; eran lugares donde se entrelazaban la fe, la amistad y las historias de vida. Él mismo dirigió los banquetes durante las visitas papales a España, incluyendo a Juan Pablo II y Benedicto XVI durante la JMJ en Madrid en 2011.

Luis de Lezama no solo alimentó cuerpos, sino que también nutría almas. Su legado vive en cada uno de los jóvenes que tuvo a su cargo, así como en cada plato que sale de sus restaurantes. Al igual que él, muchos de estos jóvenes han logrado forjar sus propias trayectorias, llevando consigo los valores y enseñanzas que recibieron en aquellas cocinas que, para muchos, se convirtieron en su segundo hogar. Su historia es un poderoso recordatorio de que nunca es tarde para hacer una diferencia y que la verdadera jubilación es cuando una persona deja de soñar y de contribuir al bienestar de los demás.