Miles de ciudadanos de Georgia han salido a las calles de Tbilisi para protestar contra la llegada al poder de Míjeil Kavelashvili, quien se convirtió en presidente este domingo en medio de un fuerte descontento social y político. Su nombramiento no proviene de un proceso electoral regular, sino que ha sido designado por el Parlamento a través de una reforma impulsada en 2017 por el partido en el poder, el Sueño Georgiano (SG), lo que ha levantado muchas voces críticas que cuestionan su legitimidad.

Kavelashvili, el nuevo presidente, es un exfutbolista que tuvo un breve paso por el Manchester City y desde 2016 ha trabajado en el Parlamento. Su ascenso al poder ha sido interpretado como un giro hacia Rusia, ya que su gobierno ha decidido congelar las negociaciones para la adhesión de Georgia a la Unión Europea, al menos hasta 2028, alejando al país de sus aliados occidentales.

La presidenta saliente, Salomé Zurabishvili, quien fue elegida democráticamente, se ha dirigido a los manifestantes desde fuera del palacio presidencial. En un discurso contundente, afirmó: “Me llevo conmigo la legitimidad, me llevo la bandera, me llevo su confianza”, enfatizando que Kavelashvili carece de un mandato legítimo. La ex presidenta recibe apoyo de varios partidos de oposición, que continúan sosteniendo que es la única líder legítima hasta que se celebren nuevas elecciones.

Durante la ceremonia de toma de posesión de Kavelashvili en un Parlamento que había cerrado sus puertas al público, las tensiones crecieron con enfrentamientos entre manifestantes y policías, resultando en al menos seis detenidos, de acuerdo con los informes de medios locales.

Los rebeldes georgianos, que han expresado su desconfianza en la administración del SG, exigen que se respeten los resultados de elecciones justas y transparentes. La situación se complica aún más por las recientes reformas dictadas por el nuevo gobierno que han reprimido a organizaciones no gubernamentales y a la comunidad LGTBIQ+, generando críticas tanto a nivel local como internacional. La oposición las compara con las draconianas leyes promulgadas en Rusia, lo que ha llevado a muchos a temer un aumento del autoritarismo en el país.

La inestabilidad política en Georgia llega en un momento crítico, ya que el país enfrenta desafíos económicos y tensiones en las relaciones con sus vecinos, especialmente Rusia. Con una población de 3,7 millones de habitantes, Georgia observa con ansiedad el rumbo de su política y la posibilidad de nuevas elecciones.