Introducción

En Tulkarem, una ciudad de Cisjordania, las secuelas del ataque aéreo israelí se sienten profundamente. "Todo estaba cubierto de cuerpos y restos humanos". Así describió Abdalá Mohamed Kanaan, de 58 años, la devastadora escena que fue testigo la noche del jueves.

Este ataque, considerado el más mortífero en la región en 24 años, tuvo lugar mientras el Ejército israelí mantenía su ofensiva en Gaza y Líbano. Kanaan narra su experiencia agachándose y gesticulando con angustia, recordando el momento en que una explosión lo lanzó fuera de su hogar, justo cuando un grupo de personas dentro de un café cercano fue alcanzado por la bomba. El saldo fatal fue de 18 muertos.

Víctimas y consecuencias

Según versiones oficiales israelíes, al menos siete de las víctimas eran "terroristas" de la resistencia armada palestina, los cuales supuestamente se reunían en el café para planear ataques. Sin embargo, entre los fallecidos se encontraba una familia compuesta por cuatro miembros: un padre, una madre y sus dos hijos pequeños.

Desde hace más de dos décadas, Cisjordania no contemplaba un bombardeo de esta magnitud, según la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Kanaan, visiblemente conmovido, comparte su dolor. A la vista de todos, pende una lona impresa con la imagen de su hijo Mohamed, quien murió el mes pasado a causa de disparos de las fuerzas de ocupación.

Recuerdos trágicos

Su recuerdo trae lágrimas mientras muestra fotografías de Mohamed, un talentoso jugador de fútbol, intercaladas en medio del ruido de las excavadoras que remueven escombros. El café, un edificio de tres plantas, fue completamente devastado por el ataque, y su colapso resultó en la muerte de la familia mencionada y más.

“Tras la explosión, se formó un denso humo blanco que dificultaba la respiración. Cuando logré salir, el polvillo cubría todo”, recuerda Kanaan, quien todavía muestra una herida en su costado como resultado de un disparo con el que intentó salvar a su hijo.

La búsqueda de víctimas

A su alrededor, una multitud compuesta por vecinos, rescatistas y periodistas intenta entender la magnitud de la tragedia. Los cuerpos de las víctimas, muchos de ellos irreconocibles, son recuperados entre los escombros, en lo que parece ser una búsqueda infructuosa.

El campo de refugiados de Tulkarem, ahora más que nunca, se siente como un cementerio abierto. En los últimos 12 meses, más de 700 personas han muerto en esta guerra, que comenzó el 7 de octubre.

Estadísticas y reacciones

Las estadísticas son abrumadoras: 1,200 muertos en un ataque de Hamás en Israel y más de 41,000 en Gaza como resultado de la represalia israelí. La prensa israelí menciona que el ataque tuvo como objetivo a Zahi Yaser Abd al-Razeq Oufi, considerado un líder local de Hamás, y otros cinco insurgentes.

Hamás, por su parte, ha prometido continuar la resistencia armada y exhorta a la población a responder con “muestras de ira y una escalada del conflicto” en un contexto tan volátil.

Homenajes y funerales

A pesar de la huelga que paraliza Tulkarem, miles se reúnen para rendir homenaje a las víctimas en funerales que inician en el hospital Thabed, también blanco de ataques. El cortejo fúnebre, dirigido solo por hombres, avanza entre disparos al aire y gritos de venganza.

Los cadáveres son cubiertos con banderas de grupos de resistencia como Hamás y Yihad Islámica, y algunos llevan armas colocadas sobre ellos. El recorrido hacia el cementerio es caótico, pero la comunidad se aferra a la tradición en este ritual repetido en múltiples ocasiones durante la guerra.

La memoria colectiva

Jóvenes con rifles en bandolera deambulan por el campo de refugiados, mientras las familias intercambian condolencias en las puertas de las casas. La población estima que 12 de los 18 muertos eran combatientes, cuyas imágenes adornan los muros de la comunidad en un gesto de resistencia y memoria.

La familia de Mohamed Abú Zahra también forma parte de la lista de los caídos, un trágico recordatorio de las vidas que se pierden en esta interminable lucha.