Opinión

La indiferencia del máximo accionista, Peter Lim, se hace evidente en un momento crítico para el Valencia CF. Diez días después de una devastadora tragedia que afectó a miles, incluyendo a cerca de 10.000 abonados, su silencio es ensordecedor. Mientras la ciudad y sus aficionados muestran solidaridad en cada rincón, Lim parece estar ausente, reflexionando cómo puede ayudar a los afectados. Este contraste es alarmante.

El pasado viernes, Layhoon Chan, presidenta del Valencia CF, decidió comunicarse con los abonados a través de un correo electrónico. Sin embargo, su mensaje fue vacío, carente de empatía y soluciones concretas. En un tiempo en que la necesidad de apoyo y entendimiento es vital, la dirigencia del club parece más preocupada por la imagen que por las realidades de sus seguidores.

Este tipo de respuesta no es algo nuevo para los aficionados del Valencia CF, quienes han experimentado varias decepciones bajo la administración de Lim. Las esperanzas de un club sólido se han desvanecido en medio de decisiones cuestionables y una falta de dirección clara. La situación actual es un llamado a la acción, no solo para los directivos, sino también para los aficionados, que deben unirse y exigir un cambio en la gestión del club.

Cómo se repercutirán estos eventos en la afición del Valencia y en la imagen del club, aún está por verse. Pero es indudable que las miles de muestras de solidaridad comunitaria son un recordatorio de que el Valencia CF es más que un simple equipo de fútbol; es un símbolo de orgullo y resistencia para muchos. La afición merece una respuesta honesta y seria de quienes están a la cabeza del club.