
Terror en Cáñete: Los horrores detrás del crimen de los tres carabineros
2025-03-24
Autor: Isidora
Un estremecedor testimonio del fiscal regional de La Araucańía, Roberto Garrido, golpeó al público en la audiencia de formalización de Tomás Antihuen. El relato no solo describe un brutal asesinato; relatan un horror que dejó a la comunidad en shock tras la emboscada y ejecución de tres valientes carabineros en Cáñete el 27 de abril.
Los agentes, el sargento primero Carlos José Cisterna Navarro, y los cabos primero Sergio Antonio Arévalo Lobos y Misael Vidal Cid, estaban realizando labores de vigilancia policial en la zona rural, a bordo de su camioneta blindada. Su objetivo era verificar el cumplimiento de una medida cautelar de arresto domiciliario nocturno impuesta a Carlos Edgardo Antihuen Riquelme, relacionado con un caso de porte ilegal de armas y drogas.
Aproximadamente a las 23:00 horas del 26 de abril, en un momento de vulnerabilidad, los carabineros se adentraron en un camino vecinal antes de toparse con un callejón oscuro, una trampa mortal. Se encontraron con que el portón de la propiedad estaba cerrado, pero no podían retroceder. En ese instante, un grupo indeterminado de atacantes, entre los que se encontraban Tomás y sus hermanos Jefferson y Felipe Antihuen, emboscaron a los policías, quienes no contaban con ninguna posibilidad de defensa.
“Al abrir la puerta de la camioneta para descender, fueron rápidamente reducidos. Los atacantes les arrebataron sus pertenencias: radios, una cámara Go Pro, chalecos antibalas y armas, que estaban equipados para su protección”, relató el fiscal Garrido, quien enfatizó la violencia del acto.
Los carabineros, totalmente indefensos, fueron fusilados a quemarropa. Investigaciones forenses indican que las balas fueron disparadas con armas apoyadas en sus cuerpos, evidenciando la brutalidad del ataque. Uno de los peores crímenes en la historia reciente del país dejó a los tres agentes muertos en el lugar del enfrentamiento.
Carlos Cisterna murió por un disparo de escopeta que le causó un trauma torácico devastador, Sergio Arévalo fue alcanzado por al menos cuatro disparos letales, y Misael Vidal falleció por un traumatismo cráneo-encefálico y heridas en su columna.
Después del crimen, los atacantes deshicieron de los cuerpos y cargaron los cadáveres en la camioneta policial. Con frialdad, las evidencias son claras: viajaron a lo largo de la ruta P-72S, lanzando disparos al aire para celebrar su victoria macabra, antes de quemar la camioneta con los restos de sus víctimas dentro.
Este horror suscita preocupaciones sobre la seguridad de las fuerzas policiales y el creciente clima de violencia en ciertas regiones de Chile. La ciudadanía exige justicia, y la comunidad clama por medidas más eficaces para la protección de quienes arriesgan sus vidas por el bienestar de todos.
A medida que la investigación avanza, muchos temen que estos actos de violencia sean solo la punta del iceberg en una serie de crímenes organizados que amenazan la paz en la región. La pregunta sigue en el aire: ¿qué se puede hacer para frenar esta ola de violencia y proteger a quienes defienden nuestro país?