La reciente DANA en Valencia ha dejado al descubierto no solo los efectos devastadores del cambio climático, sino también una profunda crisis de confianza de la sociedad hacia la ciencia. Emilio Santiago, científico titular en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC y experto en antropología climática, afirma que, en lugar de experimentar un shock pedagógico, estamos viviendo un alarmante auge del negacionismo conspiranoico. "Este fenómeno, antes considerado marginal, ha ganado terreno, y eso es preocupante", declara Santiago.

En un encuentro con otros científicos del CSIC, Santiago hizo énfasis en que la DANA ha evidenciado cómo parte de la sociedad ya no considera a la ciencia ni al periodismo como fuentes legítimas para entender el mundo. La proliferación de bulos y noticias falsas ha hecho que se cuestionen los datos científicos. "La desinformación es un problema que se ha amplificado, y hay actores políticos que se benefician de ello", dice Santiago, quien subraya que se debe abordar el cambio climático como un problema de seguridad nacional.

Juan Ballesteros, investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, complementa la discusión al señalar que, aunque los datos científicos no permiten atribuir directamente la DANA al cambio climático desde una perspectiva estadística, factores como el calentamiento del Mediterráneo pueden estar favoreciendo su aparición. "Las condiciones para eventos extremos han aumentado, y aunque las precipitaciones anuales parecen disminuir, los eventos torrenciales son cada vez más frecuentes", advierte.

Ballesteros también calificó la DANA de Valencia como 'excepcional', dado que las lluvias, que normalmente afectan a las costas, se han trasladado al interior, poniendo en riesgo las cuencas de recepción. El calentamiento global, sostiene, podría ser un precursor de fenómenos similares en el futuro, incrementando la probabilidad de condiciones húmedas.

Además, Ana Allende, experta en seguridad alimentaria del CSIC, ha alertado acerca de la necesidad de descartar cultivos que hayan estado en contacto con las aguas de inundaciones, recomendando el consumo de agua embotellada hasta que se pueda garantizar la seguridad de las cañerías. Ella también aboga por incorporar la formación sobre alertas climáticas en los centros educativos, similar a los programas sobre seguridad alimentaria ya establecidos.

La preocupación por el futuro es inminente: con la intensificación de eventos climáticos extremos, es crucial que la sociedad recupere la confianza en la ciencia y desarrolle una respuesta unida y educada para enfrentar los desafíos impuestos por el cambio climático. La lucha contra el negacionismo y la desinformación se ha vuelto tan o más urgente que la propia búsqueda de soluciones científicas.