
El Estado del Bienestar: ¿Una Realidad o una Ilusión?
2025-03-27
Autor: Joaquín
A medida que las generaciones avanzan, los descendientes de la Revolución Francesa siguen utilizando la retórica para moldear sus gobiernos. Recientemente, han acuñado el término "Estado del bienestar" como un mantra que promete el ideal de un Estado moderno. Sin embargo, este concepto reduce las responsabilidades de los gobernantes a proporcionar confort a sus ciudadanos.
Este ansiado bienestar, ampliamente discutido, se centra principalmente en dos áreas: la atención sanitaria y las pensiones futuras, ambas financiadas por los contribuyentes sin su consentimiento sobre el diseño o la gestión de estos servicios. A cambio de la promesa de comodidad y seguridad, se exige a los ciudadanos que renuncien a su autonomía e incluso a su dignidad.
Un instrumento eficaz en esta manipulación son los dispositivos móviles, que originalmente eran teléfonos. Estos aparatos permiten acceder a información, aunque sin garantías de veracidad. La comunicación constante a través de las pantallas ha mantenido a los ciudadanos en un estado de control y dependencia, olvidando sus impulsos y deseos. ¿Te has fijado en un viaje en metro o autobús? La mayoría de los pasajeros están absortos en sus teléfonos inteligentes, mientras que libros o periódicos han sido desplazados al olvido.
La educación de la infancia y juventud se ha adaptado a esta realidad, promoviendo la facilidad sobre el esfuerzo y preparando a las nuevas generaciones para un mundo donde se prioriza la competencia sobre la colaboración. El famoso dicho "una imagen vale más que mil palabras" se aplica a la perfección en esta era visual, donde la imagen se ha convertido en la diosa de nuestra cultura, relegando la lectura a un segundo plano, si es que se considera en absoluto.
Es curioso observar cómo el término bienestar puede borrar preocupaciones y crear ilusiones de un futuro placentero, como aquel idealizado en una hamaca bajo las palmeras. Sin embargo, la verdad es que, aunque la atención sanitaria es indudablemente buena, el futuro de las pensiones es incierto, afectado por una alarmante baja natalidad.
La salud está supuestamente garantizada, y el Estado omnipotente parece no tener límites; legisla de forma unilateral, dejando de lado el equilibrio de poderes y controlando hasta cómo los ciudadanos deben expresarse, influenciando su vida familiar y decisiones personales. ¿Y la educación? Los pocos niños que nacen parecen ser propiedad del Estado en lugar de sus padres.
Lamentablemente, los contribuyentes, que ya no se pueden considerar verdaderos ciudadanos, desisten de tomar iniciativas y se acostumbran a depender de la Administración. Solicitan subsidios y ayudas, renunciando al esfuerzo por mejorar, mientras anhelan una existencia monótona siempre que sea sencilla. Esto marca el ocaso de emprendedores, trabajadores innovadores, y de aquellos que confían en su ingenio para mejorar sus vidas.
Lo que subyace en esta situación es una degradación de la dignidad humana, convirtiendo a los ciudadanos en meros números en lugar de seres con alma. El Estado ha invadido todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, amparándose en el discurso de resolver dificultades y problemas futuros. Así, los ciudadanos sólo deben preocuparse por pagar impuestos, que continúan creciendo, todo en nombre del sagrado bienestar.
En definitiva, el Estado del bienestar no es solo una cuestión de políticas económicas, sino también un reflejo del compromiso social y de la dignidad humana. ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra libertad e iniciativa en nombre de un bienestar que podría ser solo una ilusión?