El desgarrador testimonio de un pandillero en la megacárcel de Bukele
2024-12-30
Autor: Mateo
El 27 de marzo de 2022 marcó un antes y un después en El Salvador. Ese día, el país fue escenario de una de las matanzas más brutalmente impactantes, con más de 60 víctimas a manos de pandilleros. Nayib Bukele, presidente de El Salvador, implementó un Estado de Excepción como respuesta a esta ola de violencia, poniendo fin a cualquier pacto que había mantenido con las pandillas.
Desde entonces, las fuerzas armadas y la policía tienen carta blanca para detener a cualquier individuo que consideren sospechoso de estar asociado a actividades delictivas, sin necesidad de una orden judicial. Esta profunda intromisión en la vida privada de los ciudadanos incluye la interceptación de conversaciones, lo que ha suscitado debates sobre los derechos humanos en el país.
La lucha contra pandillas como la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18, que aterrorizan a los salvadoreños desde hace décadas, ha llevado a la detención de más de 80,000 personas. Muchos de ellos se encuentran en el temido Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), también conocido como la megacárcel de Bukele.
En este lugar, los pandilleros enfrentan condiciones extremas, sin posibilidad de ver la luz del sol, recibir visitas familiares ni disfrutar de carne en su dieta. Recientemente, un periodista de Infobae, Andrés Klipphan, tuvo la oportunidad de visitar esta sombría prisión y entrevistar a un reo, quien, esposado y bajo la vigilancia de guardias armados, compartió su experiencia.
El reo, Alex Alfredo Abrego Abrego, de 43 años, se describió a sí mismo como un producto de su entorno, condenado a más de 1,500 años de prisión por múltiples delitos, incluidos 500 asesinatos. Su apariencia, con la cabeza rapada y un cuerpo cubierto de tatuajes, es una triste representación del lugar donde pertenece. "Estoy encerrado porque cuando era joven, cometí un error: ser pandillero", confesó con una voz apagada.
Abrego relató que fue obligado a realizar un violento acto de iniciación a los 14 años, el “brincar”, que consistía en soportar una golpiza durante 16 segundos, tras lo cual tuvo que cometer su primer asesinato para ser aceptado en la MS-13.
Este relato escalofriante no termina allí. Según él, la vida en la pandilla está repleta de crímenes atroces: "Vi torturas, muertes y un ciclo interminable de violencia", recordó, temblando mientras tocaba sus cadenas. Bukele ha calificado a los pandilleros de psicópatas que no solo privaron de libertad a sus víctimas, sino que también las torturaron antes de matarlas.
El Cecot tiene una infraestructura estricta en cuanto a seguridad, donde la entrada requiere un escaneo en 3D y se emplean inhibidores de señal para asegurar que no haya comunicación con el exterior. Dentro, las condiciones son aún más severas: las luces nunca se apagan y los alimentos son limitados y poco nutritivos, compuestos fundamentalmente de carbohidratos.
"Los que tenemos aquí son asesinos seriales", afirmó el director de la cárcel.
Antes de las acciones del gobierno de Bukele, las pandillas mantenían un control paralelo sobre el país, con un impacto mortal que ha dejado a más de 120,000 personas fallecidas en la última década. El ministro de Seguridad Pública, Gustavo Villatoro, ha declarado que las Maras ocuparon más del 85% del territorio salvadoreño, sometiendo a la población a un estado de miedo y extorsión, y que los gobiernos anteriores no lograron contener esta creciente amenaza.
Hoy, la historia de Alex y muchos otros sirve como un recordatorio alarmante de las consecuencias de la violencia de pandillas en El Salvador, y de un sistema que aún busca encontrar un equilibrio entre la justicia y los derechos humanos.