El escenario político en Chile ha cambiado drásticamente con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Los ecos de esta victoria republicana han resonado hasta Santiago, donde el presidente Gabriel Boric enfrenta un creciente clamor de la oposición por el manejo de las relaciones exteriores.

Las redes sociales se han convertido en un campo de batalla. Viejas publicaciones de Boric criticando a Trump han reavivado las tensiones, y la oposición no ha tardado en capitalizar esta situación. Las miradas ahora se centran en Juan Gabriel Valdés, embajador chileno en EE.UU. y miembro del Partido Socialista, quien también ha expresado críticas hacia el nuevo presidente electo. Además, su participación en una convención demócrata en apoyo a Kamala Harris ha intensificado las presiones sobre su continuidad en el cargo.

La oposición, particularmente la Unión Demócrata Independiente (UDI) y el Partido Republicano, están pidiendo su destitución. La diputada Catalina del Real (Ind.-Republicano) ha subrayado: “Es esencial que tengamos un nuevo embajador que garantice buenas relaciones con el presidente Trump. Este gobierno no comprende que la política exterior es una cuestión de Estado, no un capricho personal.”

Desde el ámbito gremialista, diputados de la UDI han instado a Boric a priorizar los intereses de Chile y considerar la remoción de Valdés. Crispina Moreira y Cristian Labbé han expresado que “lo más sensato sería que el embajador Valdés diera un paso al costado o que se busque un reemplazo”, resaltando que la representación chilena en EE.UU. no puede estar sujeta a errores que pongan en riesgo los intereses nacionales.

Las críticas se fundamentan en el principio de que los embajadores deben mantenerse al margen de la política interna de los países que representan. Según los parlamentarios, Valdés ha cometido un grave error al interpretar que su función es respaldar a Boric en lugar de defender al Estado chileno.

Con el futuro de las relaciones bilaterales en el aire y la economía chilena dependiente de la colaboración con EE.UU., se multiplican las voces que advierten sobre los riesgos que podrían surgir si no se actúa de manera rápida y efectiva. La situación es un recordatorio claro de que en la diplomacia, cada palabra cuenta, y Chile no se puede permitir poner en peligro sus lazos estratégicos.